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La reaparición del viejo fantasma de la guerra en plena Europa continental trajo asombro, pero trajo también, en primera instancia, un sorprendente entusiasmo bélico. Una aparente hemolocura [1][1] Glover, Jonathan, Humanidad e inhumanidad, Una historia moral del siglo XX, Cátedra, Madrid, 2013., indisimulable tanto por parte de gobernantes como de analistas, que parecían hallar algo estético (o cuanto menos épico) en la guerra. Un sensacionalismo que podríamos calificar de necrófilo pues, como dijo Chris Hedges, la guerra es necrófila [2][2] Murder Is Not an Anomaly in War, Chris Hedges. Truthdig, 19/3/2012. Disponible aquí: https://www.truthdig.com/articles/murder-is-not-an-anomaly-in-war/, en sí misma.
Sin embargo, a esa primera exaltación militarista, que inundó los medios de comunicación y los discursos oficiales durante los primeros meses del conflicto, le siguió otro fenómeno igual de preocupante (si no más): la banalización, de la guerra en general, pero especialmente de la amenaza nuclear. Esta trivialización quedó patente en multitud de artículos publicados en los grandes medios de comunicación masivos, titulados «Qué pasa cuando explota una bomba nuclear» [3][3] Qué pasa cuando explota una bomba nuclear, Antonio Nieto. El País, 7/11/2022. Disponible aquí: https://elpais.com/videos/2022-11-07/video-que-pasa-cuando-explota-una-bomba-nuclear.html, «¿Cómo serían las consecuencias de un ataque nuclear?» [4][4] ¿Cómo serían las consecuencias de un ataque nuclear? Te lo contamos con un «timeline» de los primeros momentos tras el estallido, 20 minutos. 24/10/2022. Disponible aquí: https://www.20minutos.es/noticia/5070287/0/como-seria-un-ataque-nuclear-un-timeline-de-los-primeros-momentos-del-estallido-nuclear/, «Cuáles serían tus posibilidades de conseguir lugar en un refugio nuclear» [5][5] «When you hear the four-minute warning»… Whatever happened to Britain’s nuclear bunkers?, Amelia Tatit, The Guardian, 24/11/2022. Disponible aquí: https://amp.theguardian.com/world/2022/nov/24/when-you-hear-the-four-minute-warning-whatever-happened-to-britains-nuclear-bunkers, etc.
En cualquier caso, lo que parece claro es que la normalización de este tipo de titulares en un periódico de cabecera habla bastante mal de la coyuntura en la que nos hallamos. Con una ciudadanía global, por un lado, reacostumbrándose a las coberturas sobre ciudades invadidas y objetivos civiles bombardeados. Y con unos medios de comunicación, por el otro, en los que ese tipo de noticias han ido desplazándose progresivamente hacia abajo; a medida que avanzaba el verano y los lectores dejaban de hacer clic porque ya habían naturalizado que en Europa hay una guerra y que esta vez los refugiados tienen también piel blanca y cabello claro.
Ya fuera manejándolo como contenidos de ciencia ficción, o desde el sensacionalismo, los medios de comunicación han contribuido a la normalización y a la banalización, al mismo tiempo, de la amenaza nuclear.
«Los medios de comunicación dominantes y los expertos en política hablan de armas nucleares «tácticas» o de la «capacidad de contraatacar» como si fueran conceptos abstractos que no tienen nada que ver con la desintegración de las personas o el derretimiento de la carne» [7][7] Acheson, Ray. Abolir la geopolítica y construir un mundo sin violencia estatal, Metapolis V3N2, septiembre de 2022., denuncia Ray Acheson en su artículo Abolir la geopolítica y construir un mundo sin violencia estatal.
«Cada una de esas bombas está diseñada para abrasar ciudades, destruir la flora y la fauna, y desencadenar una toxicidad radioactiva que perdura durante generaciones. Incluso el uso de una sola de estas armas sería cataclísmico», escribe en el presente número, en un esfuerzo por explicar que las devastadoras consecuencias del uso de armas nucleares no tienen nada que ver con el juego de soldados que se empeñan en presentarnos los medios de comunicación, blanqueando la guerra con un lenguaje tecno-estratégico y patriarcal, sumando un peligroso «grano de arena más en la larga narrativa histórica de normalizar la guerra» [8][8] Ídem..
Además de ello, Acheson aborda en su artículo «la muerte natural» del imperio estadounidense y la «zombificación» de la Federación Rusa, la hambruna y el invierno nucleares que tendrían lugar a nivel global tan solo con que un 1% del arsenal nuclear global fuera activado, y la necesidad de transitar del estado-nación (forma eminemente colonial) hacia unas «comunidades de cuidados» que aporten verdaderas respuestas para la supervivencia de la humanidad.
Vivimos una aceleración bélica y belicista insólita que está rompiendo tabúes geopolíticos y barreras que se creían firmemente instauradas. El presidente de Estados Unidos parece haber olvidado las contundentes palabras que pronunció apenas hace diez meses, en las que advertía que el envío de armas ofensivas —entre las que mencionaba literalmente tanques— era sinónimo de Tercera Guerra Mundial. «No os engañéis», les decía a los periodistas desde su atril, con una claridad que provoca escalofríos al ser escuchada a estas alturas de lo que no es, aunque muchos no parecen entenderlo, una película.
En Europa los hechos siguen, desgraciadamente, una trayectoria similar. Alemania, tan reacia en los últimos años al endeudamiento público, ha modificado su Constitución para poder destinar cien mil millones de euros al rearme, aumentando su gasto en defensa hasta el objetivo de un 2% marcado por la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), algo conocido como el «Zeitenwende» o el «cambio de los tiempos». Esto supone un volantazo en la política exterior y de seguridad del país, sin precedentes desde la Segunda Guerra Mundial. Una ruptura con una de las premisas históricas de la construcción europea y también de la alianza atlántica de la posguerra («Americans in, Germans down, Soviets out»: así resumió el propósito de la OTAN el que fuera su primer secretario general) [9][9] La escalada: peligros de la guerra en Europa, Pablo Bustinduy. Diario Público, 01/03/2022. Disponible aquí: https://blogs.publico.es/dominiopublico/43694/la-escalada-peligros-de-la-guerra-en-europa/. Si hace treinta años, tras la caída del muro, alguien le hubiera dicho a cualquier transeúnte de las calles de Berlín que tanques alemanes volverían a pisar tierra ucraniana, nadie lo habría creído.
Este es el último de una serie de pasos que Axel Ruppert relata en su artículo sobre el controvertido «despertar geopolítico» de la Unión Europea, ¿Para qué una Unión Europea geopolítica?. Ruppert apunta a dos mecanismos cruciales en el seno de la creciente militarización de la Unión Europea (UE): por un lado, la Cooperación Estructurada Permanente, que busca integrar Europa en el lucrativo negocio que supone el complejo militar-industrial internacional y, por otro, la instauración del Fondo Europeo de Apoyo a la Paz (FEAP). Este instrumento, afirma, «convierte la UE en una traficante de armas, ya que financia la entrega de equipamiento militar, incluyendo munición y armas letales, a Estados que están ya sumergidos en tensiones o conflictos internos. Dado que las entregas de este tipo no se pueden financiar a través del presupuesto de la UE, el FEAP constituye un instrumento extrapresupuestario financiado directamente por los Estados miembros y, como tal, elude el escrutinio parlamentario a nivel nacional y europeo» [10][10] Ruppert, Axel, ¿Para qué una Unión Europea geopolítica?, Metapolis V3N2, noviembre de 2022..
La guerra ruso-ucraniana tiene más de clásica que de híbrida, con reclutamientos y movilizaciones generalizadas, y con algo que estábamos más desacostumbrados todavía a ver: soldados y víctimas de tez blanca y pelo claro.
Y es una de las instituciones comunitarias, el Parlamento Europeo, desde donde Idoia Villanueva plantea que «la desmilitarización y la desnuclearización son intereses estratégicos para Europa y para el mundo». En su artículo Un escenario internacional más multipolar pero no más democrático: el (des)orden geopolítico de un mundo en reconfiguración, la eurodiputada analiza también la guerra ruso-ucraniana como un fenómeno inesperado (e indeseable) para los socios europeos. Y es que para la UE, que depende energéticamente de Rusia pero sigue siendo aliada militar de Estados Unidos, la guerra de Ucrania está suponiendo un desorden geopolítico que la convierte, como critica la autora, en «pasto de superpotencias».
Por su parte, María Lois analiza en su artículo el tratamiento geopolítico de la movilidad y las fronteras. En Movilidades e (in)seguridades: de las políticas de vigilancia a las políticas de compasión Lois reflexiona sobre las narrativas y los discursos públicos en torno a la movilidad que informan la opinión pública y las políticas públicas e institucionales que la regulan. La autora se centra en las estrategias territoriales de la Unión Europea, especialmente en el marco de la pandemia de COVID-19 y la crisis de Ucrania, y aboga por pensar abiertamente sobre los circuitos de producción de retóricas institucionales y no institucionales sobre la movilidad.
A raíz sobre todo de la activación en marzo de 2022 de la Directiva de Protección Temporal, que concedía una inmediata protección de un año a las personas que huyen de la guerra de Ucrania, Lois analiza la «espectacularización de ciertas movilidades en torno a significantes y significados de racialización, género, o de formas de migrar criminalizables como referencias desde las que se generan políticas a gran escala para identificar y controlar movilidades» [11][11] Lois, María. Movilidades e (in)seguridades: de las políticas de vigilancia a las políticas de compasión, Metapolis V3N2, julio de 2022.. Y señala la enorme discrepancia entre la percepción y la narrativa política sobre la movilidad y los datos.
También sobre los flujos migratorios, elemento que sin duda determina y atraviesa las relaciones internacionales actuales, reflexiona Jacques Ramírez en su artículo La geopolítica del horror migratorio. El investigador ecuatoriano desafía en el presente número la visión hegemónica de las migraciones, que «sigue colocando a los migrantes en una posición pasiva, de víctimas atadas a las estructuras (sujetos-sujetados), a pesar de que la realidad demuestra que, cada vez más, los migrantes son actores que interpelan a la globalización y a los Estados» [12][12] Ramírez, Jacques. La geopolítica del horror migratorio, Metapolis V3N2, agosto de 2022.. Desde una perspectiva decolonial, el autor desgrana numerosos ejemplos de esa progresiva movilización de la comunidad migrante, como «las caravanas de centroamericanos y mexicanos que han decidido caminar, migrar, a plena luz del día; sin coyotes, de manera masiva y auto cuidándose». Es decir, «repertorios de acción migratoria» que demuestran que las personas migrantes tienen cada vez menos miedo y más capacidad de auto-organización y de participación en sus sociedades de acogida.
Además, Heiber aborda en su texto la influencia de la tecnología tanto en la guerra en curso como en la vida contemporánea en general, señalando que, ante «un asesinato hipotético con arma de fuego, la responsabilidad no recae solamente sobre el individuo humano, ni únicamente sobre el arma» [15][15] Ibídem., sino precisamente sobre la complejidad que se genera entre ambos (sujeto y objeto). Es decir, que la tecnología no es «mala» per sé, pero tampoco es, ni mucho menos, neutral; ni está libre de las consecuencias que produce, ya sean estas espontáneas, programadas, indeseadas y/o irreversibles.
Si hace treinta años, tras la caída del muro, alguien le hubiera dicho a cualquier transeúnte de las calles de Berlín que tanques alemanes volverían a pisar tierra ucraniana, nadie lo hubiera creído.
El orden mundial saliente nos deja al borde de la guerra total, con un gasto en Defensa por parte de Europa central y occidental que ya supera al del último año de la Guerra Fría.
Mientras que la paradoja de que es precisamente la invención del barco lo que hace posible el naufragio sirve para explicar la perspectiva que plantea Heiber, la guerra ruso-ucraniana y la coyuntura geopolítica actual nos recuerdan otra paradoja clásica: War makes states and states make war. Y es que, como apuntó Charles Tilly, la actividad bélica ha contribuido históricamente al surgimiento del Estado como forma política (y a la creación de nuevos Estados sobre el mapa) pero al mismo tiempo es el Estado como aparato coercitivo quien ha generado una forma de conflicto que conduce a la guerra total, como se vio con la Primera y con la Segunda Guerra Mundial.
Ante esa amenaza nos encontramos nuevamente, con un gasto en Defensa por parte de Europa central y occidental que ya supera al del último año de la Guerra Fría [16][16] «El gasto militar mundial alcanza un nuevo récord con el aumento del gasto europeo», Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), 24/04/2023. Disponible aquí: https://www.sipri.org/sites/default/files/MILEX%20Press%20Release%20ESP.pdf; y con un orden mundial aparentemente saliente que deja nuevas incertidumbres y parece haber aprendido poco de los viejos errores.
Uno de ellos es, sin duda, el de subestimar los dividendos de la guerra. Pues si la guerra parece ser una lacra eterna, interminable, como decíamos al principio de este artículo, lo es sin duda porque hay quienes desean que así sea. No debemos perder de vista que detrás de cualquier conflicto armado existen intereses económicos e incentivos perversos, y actores que se comportan como la ridícula princesa de Bormes en la obra de Jean Cocteau. Aquel personaje de Thomas el impostor que veía con preocupación cómo se iban vaciando los hospitales de campaña. Pues eso significaba que comenzaban a faltarle «los heridos que necesita para seguir manteniendo su lugar en la guerra».
Así, contra quienes desean heridos y enfermos para lucrarse comerciando con su cura, contra quienes quieren cronificar el sufrimiento ajeno, contra los «dogmatistas de la disuasión nuclear» que, como señalaba Acheson en su artículo, nos están llevando al borde de la catástrofe… el presente número de Metapolis pretende ofrecer ideas, alternativas y esperanzas que ayuden a articular la necesaria contestación política al orden mundial actual.
Ejemplos de ello son la propuesta de Jacques Ramírez de transitar hacia una ciudadanía universal que desterritorialice los derechos humanos, o la de alcanzar un paradigma de justicia global que parta del reconocimiento de las asimetrías y desigualdades históricas entre países. O el concepto de «heimat» que Rafael Heiber recupera en su artículo, entendido no solamente como «suelo» o «tierra», sino como lo interpretaron los escritores románticos alemanes primero, y el sociólogo Bruno Latour recientemente: «Heimat incluye el paisaje que te marcó, la cultura que te informó y la gente que te inspiró mientras crecías» [17][17] Por qué el mundo debería aprender sobre «Heimat», Jochen Bittner. The New York Times, 5 de marzo de 2018. Disponible aquí: https://www.nytimes.com/es/2018/03/05/espanol/opinion/opinion-heimat-patria-alemania.html. Es decir, una nueva noción de hogar, de terreno común, de estado de pertenencia. Una «forma suave de patriotismo» que no es contradictoria con la ciudadanía universal de la que hablábamos anteriormente porque se refiere, precisamente, a una «patria mundial» en la que todas las personas puedan sentirse en casa.
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